El sobresaliente hecho de lo anodino. Tras la barra del bar, siempre veía las mismas caras. Regentaba aquel rancio local desde hace 42 años y desde entonces no había cerrado ni un solo día. Vestía pantalón oscuro, camisa blanca y chaleco, normalmente color granate. La gente lo trataba como un amigo, aunque en realidad ninguno […]El artículo original en El sobresaliente hecho de lo anodino
más información