Era gamberrada frecuente, en aquella época de mi barrio, entrar a la tienda de golosinas, e intentar pagar menos artículos de los que llevábamos encima. Y casi siempre, gracias a la avanzada edad de la señora Piedad, lo conseguíamos. Al salir, mezcla de la adrenalina e inexperiencia de la edad, corríamos y gritábamos de alegría, […]El artículo original en El sueño del ladrón. Capítulo 1º
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