Un dolor repentino en el pecho, dificultad para respirar, mareo, pérdida de la conciencia, desmayo. Una llamada telefónica, una ambulancia, personal sanitario, oxígeno, reanimación cardiopulmonar. El hospital, pasillos largos, una camilla, un monitor de electrocardiograma, líneas verdes sobre fondo negro que se alargan y se contraen. Los médicos no dieron muchas esperanzas. La familia cruzó los dedos. Sin embargo, contra todo pronóstico, se recuperó. Sus familiares, entre consternados y sorprendidos, le visitaron. Los miró triunfalmente: de momento no tenía intención de dejar este mundo.
más información