Ciega de amor
No dejaba de mirarle, con una sonrisa suave en el rostro y languidez en su postura. Aunque estaba cansada y dolorida, esa sensación al ver sus ojitos, sus puñitos cerrados, ¡su vida! Era tan profunda y hermosa que no quería dejar de sentirla. Nunca podría explicarla. La calentaba y embargaba de una manera que sólo podía hacer lo posible para alargarla.?Hester ?susurró su marido, como había estado haciendo cada tantos segundos desde que él nació?. ¿Qué te pasa, qué???Estoy bien ?dijo, sin dejar de mirar a su bebé.El esposo se sintió muy aliviado de que le hablara. Por un pequeño instante. Y apenas pudo contener un solloz...
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