Bajo
la empinada cuesta que deja atrás el pueblo. Un pueblo aún
impregnado de la soledad invernal, donde sus todavía escasos
habitantes sueñan con el estío, mientras añoran la típica
primavera con suaves lluvias, exenta de tanta nube negra y este
álgido viento.
Tan
solo a mi derecha resurgen de nuevo los escasos huertos cultivados.
El resto son terrenos que sus dueños, ya mayores, dejaron liegos
para banquete de la ambiciosa y avara broza.
Y
el “Abión”, silencioso, que parece bajar olvidado antes de
alcanzar el puent...
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